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Mensajes del Papa Francisco repercuten con fuerza en los jesuitas congregados en Roma

31/10/2016

Escuchar a la juventud, propiedades apostólicas como el discernimiento, la compasión, la audacia en el campo de lo político y lo moral; así como la necesidad de que la Compañía de Jesús continúe abriendo caminos para construir una realidad más justa, una Iglesia más pobre y cercana a la gente, son algunos de los mensajes que emitió el Papa Francisco el pasado lunes y que siguen resonando en las mentes y corazones de los jesuitas reunidos en la Congregación General (CG) 36 en Roma.
 
El Padre Nicolás Standaert, a partir de las palabras que Francisco comunicó hace una semana en la curia de los Jesuitas en Roma, en un artículo planteó la necesidad de discernir con los jóvenes cuál es el camino común. 
 
“La tercera parte del discurso del Papa Francisco se centró en ‘hacer el bien de buen espíritu, sintiendo con la Iglesia’, prestando una atención especial al ‘discernimiento’. El discernimiento es un camino en el que se intenta descubrir el modo en que el Espíritu está trabajando, cómo Dios actúa, cómo el Amor se encarna en nuestra vida y en el mundo”, expresó. 
 
Standaert explicó que el mensaje del Papa anima a pensar cómo utilizar de mejor forma este camino del “discernimiento ignaciano” en beneficio de la Compañía de Jesús, de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto.
 
El sacerdote hizo referencia a que ese mensaje puede ser puesto en práctica durante el próximo Sínodo de Obispos en 2018, denominando “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Aseguró que acompañar a los jóvenes en su camino a través del discernimiento aparece como una misión renovada para “hacer el bien de buen espíritu, sintiendo con la Iglesia” para la Compañía de Jesús y para la familia ignaciana. 

Señaló que la Compañía tiene un largo recorrido de trabajo con los jóvenes, sin embargo los nuevos desafíos son traducir estos mensajes relacionados al discernimiento a un lenguaje accesible a ellos, pero además acompañar y escuchar a las juventudes, como pidió el Papa: “escuchar a los jóvenes”.
 
Por su parte el jesuita David Fernández hizo mención a los encargos del Papa traducidos en tres criterios, que se constituyen en las propiedades apostólicas de los jesuitas congregados en la CG36.
 
“Nos dio tres criterios para ese discernimiento, mismos que recogió de la Fórmula de nuestro Instituto, a saber: a) la vida en consolación, b) la experiencia de la cruz -la compasión con los crucificados de la historia-, y c) la búsqueda del bien para el mundo, en Iglesia. El discernimiento al que somos llamados no es, pues, un fin en sí mismo, ni mucho menos un método de gestó administrativo. Es, en cambio, un medio para buscar y hallar la voluntad de Dios y fijar, entonces, esas prioridades o preferencias que estamos necesitando”, señaló Fernández.
 
Francisco también subrayó respecto al pedido del líder de la Iglesia, en torno a: “ser audaces, con una osadía profética, en al menos dos terrenos: el campo de lo político y en lo moral”. En el primer caso, se refirió a buscar la paz en un momento en el que las distintas sociedades y el mundo se encuentran polarizados. Fernández dijo que la construcción de la paz, para el Papa, es una tarea indiscutible de los jesuitas en el mundo de hoy, “además de ser una Bienaventuranza”.
 
En el área de la moral, el sacerdote remarcó que Francisco pidió hacer aportaciones “que se alejen de posturas legalistas y conservadoras con las que se suele abordar las problemáticas contemporáneas en algunos sectores de la Iglesia. Así lo dijo con todas sus letras”. 
 
“Para el Papa la verdad de lo real no está hecha y escrita en los libros de una vez por todas, sino que se va haciendo conforme a la humanidad y sus miembros van creciendo. Por eso -nos dijo- la hermenéutica que él utiliza es distinta de la del colonialismo conquistador”, resaltó.
 
Recordó que Francisco pidió comprender la actividad de la Compañía de Jesús, con la analogía de que “los monjes ocupan espacios; los jesuitas, como caballería ligera, los abren para luego dejarlos a otros”, a fin de desatar procesos que construyan un mundo y una vida mejor; una realidad más justa, fraterna e igualitaria; una Iglesia más pobre y cercana a la gente. “Esto es lo que el Papa nos encarga y es lo que, con gusto, queremos hacer propio, como si de un mandato divino se tratara”, concluyó.

/MAMP/

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