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Jubileo 65 de Compañía de Jesús, P. Javier Velasco, SJ

16/10/2017

¿Usted cumple 65 años dentro de la Compañía de Jesús. A nivel personal ¿qué significaron estos años  en su vida?

Son mi vida. A los 65 les puedes añadir 10 más, porque estudié en un colegio de jesuitas. Es la vida que el Señor me ha dado, a la que me ha llamado. Es toda mi vida, en la que soy feliz y en la que he pasado por etapas hermosas, de plena realización personal en el servicio al Señor, otras difíciles, con errores y unas pocas desorientado. De todas ellas le doy gracias al Señor.

¿Cuántos de estos años fueron de apostolado en la Provincia de Bolivia y cómo los vivió? ¿ En qué parroquias,  obras y/o proyectos participó?

 Entré a la Compañía a los 19 años, en 1952 y a los 10 meses de noviciado, el Provincial me destinó a Bolivia. Es decir, toda mi vida adulta ha sido en este hermoso país y en esta Provincia.
Mi primer trabajo, en la etapa de Magisterio fue en Oruro, en el Colegio Bolívar, colegio fiscal. Esta etapa duró un año y medio porque los superiores me enviaron a terminar el magisterio en el Colegio Sagrado Corazón de Sucre. Fueron años muy hermosos y me sentí muy feliz.


Al regreso de Teología volví a Oruro, al Rosario, para comenzar el Instituto de Aprendizaje Industrial (IAI). Un verdadero desafío, apasionante porque se trataba de dar oportunidades de formación a los jóvenes que habían abandonado el colegio de humanidades por diversos motivos. No tenía preparación para la educación técnica pero desde niño me gustaban esas cosas de trabajos manuales. El IAI cumplirá sus bodas de oro el próximo año. Allí estuve 12 años.  


Mi siguiente destino fue ACLO en Sucre. Comencé dando cursos y talleres en las comunidades campesinas del Rio Chico, Poroma y Pulqui, posteriormente me encargaron de la Dirección Departamental de Chuquisaca y luego de la Dirección General. Etapa complicada por los golpes de Estado y de transformaciones en las organizaciones  campesinas: Ayllus, sindicatos, cooperativas…  Era un trabajo intenso pero muy gratificante porque iba creciendo la autoestima de los quechuas y chapacos. La Radio ACLO desde Sucre y posteriormente la de Tarija y finalmente la de Potosi eran instrumentos muy poderosos para comunicación, formación y empoderamiento de los campesinos. Fueron doce años muy hermosos.

De ahí, los Superiores me destinaron a Cochabamba, a la Parroquia de Santa Vera Cruz. Un comienzo muy difícil para mí. No me sentía con capacidad ni preparación para ser Párroco en una parroquia tan extensa, que iba desde el Km. 2 de la carretera al Valle Alto hasta la represa de la Angostura.

La responsabilidad se me fue haciendo más fácil con las comunidades parroquiales de Nueva Veracruz, Angostura, La Tranca, Luis Espinal, Ferroviario, Rumicerco, Villa Pagador… ahí se generaron Microempresas de Aseo y limpieza, de champú y de tejidos.  Finalmente, se pudo resolver lo que siempre consideré como un tema de justicia, la construcción del Templo de Santa Vera Cruz. Y lo siento así porque desde que era novicio, en la fiesta del 3 de Mayo se pedía la colaboración de los devotos para la construcción del Templo.  Pasaban cuarenta años y no se iniciaban los trabajos. Pero con la colaboración de los vecinos, los devotos y los alemanes, se pudo realizar.  Once años de trabajo pastoral en Cochabamba.

Otro cambio, esta vez a Santa Cruz, al oriente y a Radio Santa cruz y la Fundación IRFA. Mi experiencia en las radios de ACLO era fundamentalmente administrativa y muy poco en la programación. Pero aun así, los superiores consideraron que podía hacerme cargo de la Dirección de IRFA.  La educación, por medio de la radio, de personas adultas que no tuvieron la oportunidad de estudiar en su niñez y juventud es muy motivadora, además de ser un deber de justicia. Me emocionaron siempre las clausuras de los cursos con la entrega de certificados de Primaria a  personas mayores y jóvenes, abuelos y empleadas  domésticas.

Actualmente mi misión es en la Parroquia de Charagua.  Una realidad mayoritariamente guaraní, pero con importantes comunidades de menonitas, quechuas, aymaras y chapacos, además de la población criolla. El principal desafío es que las personas de las diferentes culturas vivan en armonía y lleguen a sentirse hermanos, enriquecidos por la diversidad cultural. La decisión de constituirse en una Autonomía Indígena guaraní “Iyambae” significa un paso importante hacia el reconocimiento de que los guaraní tienen todo el derecho de autogobernarse, después de siglos de dependencia y humillación. En esta misión permaneceré hasta que Dios por medio de los superiores lo decidan.

 Según su punto de vista ¿qué desafíos encuentran las nuevas generaciones de jesuitas?

La realidad de actual Bolivia en todos los aspectos, es sumamente diferente a la de los años de mi juventud y por ello considero que las nuevas generaciones no deben copiar lo que se hizo en otros tiempos. Su desafío será imaginar, crear y emprender la Misión para la gente de hoy. Pero como somos menos jesuitas en la Provincia, se hace mucho más necesario el trabajo en equipo, y me refiero no solo a la comunidad local, sino a la provincia, a la latinoamericana y a la universal.  La Compañía cumplió una misión importante, incidió fuertemente, cuando la mayor parte de sus miembros se dedicaron a la educación media y universitaria. Formaron un aguerrido y sólido cuerpo de educadores. Posteriormente nos hemos dispersado en muchos campos apostólicos.

Un mosaico impresionante por su amplitud y diversidad. En algunos de estos campos se ha incidido grandemente en el mundo. Fue posible porque éramos más de veinte mil jesuitas. Ahora para contribuir a la Misión de Cristo en el mundo es necesario reunir fuerzas. Quiero decir que tanto la Provincia, como la CPAL y la Compañía universal ayudarán a que el Reino se haga realidad en la medida que asumamos la misión en unas pocas prioridades y que todos nos metamos con entusiasmo y fervor en ello. Codo a codo. Costará sin duda, porque parece que los jesuitas llevamos en la sangre el asumir misiones individuales. Preferimos ser cabeza de ratón a ser cola de león.  

¿Cuál sería su mensaje para los jesuitas que iniciaron su camino y para los que ya tienen años en este ministerio?

  No me siento ni con capacidad ni mucho menos con autoridad para enviar mensajes a los compañeros jesuitas, jóvenes y mayores. Pero me atreveré a expresar un profundo sentimiento  que me motiva en estos años.  Es urgente que en la Provincia recuperemos el entusiasmo de servir al Señor y a su Reino  ante los desafíos de la gente de nuestro tiempo.  Entusiasmo que se nutre de un profundo amor a Jesús y una entrega decidida a lo que la Compañía nos destine. Con una actitud, rutinaria, conformista y sin fuego en el corazón, ni serviremos para el Reino, ni nos sentiremos felices.

 ¿Cómo describiría su trayectoria de 65 años? ¿Algo que aún considere que le falta por realizar?

 Siento una profunda gratitud al Señor porque me ayudado especialmente a aceptar la Misión que los superiores me han asignado, con pronta indiferencia, lo que no quiere decir que no haya habido destinos que me costaran aceptarlos. Y lo maravilloso es que en esas Misiones que más me costaron, son las que más alegrías me han dado. Otra constatación que hago y de la que estoy muy agradecido al Señor es que en todas las comunidades en que he vivido he tenido excelentes compañeros y amigos en el Señor. Y en la Misión siempre he tenido excelentes compañeros y compañeras laico(a)s. Unos con un profundo compromiso cristiano, otros menos, algunos religiosamente indiferentes, pero todos con una decidida dedicación al trabajo en servicio de los demás.

Algunos me preguntan cómo lo hago para mantenerme relativamente bien.  No lo sé porque no depende de mí. Vivo y me alimento como la mayor parte de la gente. Pero de lo que estoy seguro es de que, si el Señor me mantiene en vida y con salud, es porque aún no he terminado mi tarea. Él espera más de mí. Algo que debería haber hecho y que no lo he cumplido hasta ahora.  En este tema todavía no he escuchado su voz.
                                                                                             
 //Javier Velasco, s.j.
 
 

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